martes, 1 de febrero de 2022

-Mijo, ¿sabía usted que subió la tasa de interés por las nubes?-, me preguntó un viejito con muleta que esperaba su turno afuera de una panadería en Viña. Yo estaba justo delante de él, distraído. No advertí que hablaba conmigo, hasta cuando mencionó la palabra interés. –Los jóvenes como usted no podrán optar a créditos. Todo será más caro-, siguió diciendo el viejito, que, a esa altura, ya había capturado mi atención. –Se vienen los últimos días, como en la Biblia-, finalizó, sosteniendo su muleta con fuerza y mirando hacia el fondo de la panadería. –Son tiempos apocalípticos-, atiné a responderle, sin comprender por qué me dirigió la palabra, pero concentrado en su diagnóstico. –Ya lo decía la Biblia, así que apróntese-, repitió el viejito. Era su turno para recibir el café que había comprado. Lo tomó, se despidió y se fue sin más. A mí me tocó seguir haciendo la fila para recién pedir lo mío. Rumié, por un instante, el alza del interés y su correlación con el fin del mundo. ¿Qué de catastrófica podía ser la economía, para llegar a darle esa lectura bíblica? ¿Señal de que subirá la inflación y, nosotros, en cambio, bajaremos al infierno? De todas formas, la fila tenía que seguir avanzando, porque tocaba comprar algo para el pan, no fuera a ser que, de pronto, este subiera mágicamente de precio, producto de la sugestión del viejito, cual Tiresias en el Hades.

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