Si “lo personal es político”, querida, entonces nuestro abrupto quiebre puede explicar cómodamente la guerra ideológica de estos tiempos. Dos polos irreconciliables, dos visiones de mundo radicalmente disímiles. Tal polarización nos atraviesa y nos trasciende, y solo uno podrá cantar victoria, pero ninguno podrá salir incólume. De todos modos, las cartas ya están echadas. El descontento no cesará, porque sobrevive en nosotros, y en nosotros regresará, cual proclama justiciera.
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