sábado, 4 de septiembre de 2021

Dulce

Tras pagarte el trago, te acerqué hacia mí y te recité un verso de Huidobro: “El mundo está amueblado por tus ojos”. Dijiste que no conocías al poeta y que nunca antes te habían recitado algo así. Luego, te quejaste en broma del frío al pasarte las manos por la cintura. Entonces, nos acomodamos a la barra junto a una estufa que había. Me contaste que venías de Venezuela, aunque solo de paso, sin mayores planes. Que trabajabas en esto por mientras, para poder ayudar a tu mamá. Que se te ha hecho difícil por el tema covid, pero que, de todas formas, estás encantada con el país. Yo te conté que hago clases y que tengo pensado, a futuro, seguir estudiando. Me miraste, al principio, curiosa. Querías saber en dónde quería estudiar y qué cosa. Te respondí que en mi ex Universidad y que quería especializarme en algún posgrado en Literatura. “¿Tu ex?” preguntaste “¿Como una ex novia?”. Te volví a responder que no, riendo por la talla. Mencionaste que decirle ex a la casa de estudios era equivalente a borrarla de tu vida, que lo mejor era nombrarla con orgullo. Enseguida, me pediste que me acercara y me mostraste algunos videos de Tiktok por el celular. Te pregunté por qué me los mostrabas. Me respondiste que podía usarlos para mis clases, que la herramienta de Tiktok podía ser muy útil para trabajar con los chicos. “Casi todos los chicos andan en esa. Podrías subir algunos shorts o videos cortos por Tiktok, poesías o libros. O incluso, podrías pedir mandar de tarea hacer cortos tiktok con contenido literario”, me dijiste, muy convencida, a la vez que bebías el trago que te pagué. Para convencerme de tu idea, me volviste a mostrar videos, pero unos en que un joven recitaba rimas sueltas en tono lírico, con un estilo medio freestyle. Dijiste que podía hacer algo así con ellos, para engancharlos a la literatura mediante la aplicación, aunque cambiando el lenguaje. “Mira, ¿qué te parece? Algo así, como lo que hace él, pero sin caer en palabrotas”. Te dije que me parecía una idea genial y que nunca antes la había considerado, porque, para serte franco, siempre me había resultado más una tontera que una auténtica herramienta didáctica. “¿Ves? Aprendiste algo nuevo, profe. Valió la pena venir a tomarse un traguito conmigo”. Terminaste, luego de colocarte el abrigo sobre la silla. Me repetiste, al abrazarme, que nunca antes te habían recitado unos versos como los que te recité al principio. Te pedí que los repitieras, pero se te habían olvidado, así que te los volví a recitar. “El mundo está amueblado por tus ojos”. Agradeciste esas hermosas palabras y te me quedaste mirando, como si quisieras amueblarme. “Recuerda, cariño, eres un diamante en bruto”, me dijiste. Para ti, pretender estudiar literatura era ser algo así como un diamante humano. Tus dichos los sentí sinceros. De modo que te agarré las manos, el rostro y te lo volví a agradecer. “Si es que vuelves, seguimos hablando y me cuentas cómo te fue”, dijiste, antes de despedirte. Te pagué lo último y me abrazaste, para luego hablar con la cajera y volver al camarín con luces de neón.

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