jueves, 13 de septiembre de 2018

Un año después de que David Foster Wallace publicara La broma infinita, 1997, se metió a estudiar contabilidad a la Illinois State University, en un intento de aprender a manejar el vocabulario técnico y como una forma de invocar a través de la escritura ese extraño mundo de la burocracia y la repetición en serie. A medio camino entre la fascinación y el tedio, Foster Wallace buscaba explotar el oculto potencial del lenguaje técnico, recreando personajes de oficina que en sus tiempos muertos dedican el tiempo a tomar apuntes y a ejercer el secreto arte del cálculo y la deducción de impuestos. A estos, el escritor les llamaba "vaqueros de la información", tratando de revestir tan anodina tarea de un halo de virtuosismo. David Foster Wallace entendió perfectamente el leitmotiv del hombre posmoderno de fines de siglo XX. El auge de la sociedad de la información vs la creciente soledad individualista del sujeto rebasado por la maquinaria. "El nuevo kafka", el operador anónimo que está llamado a codearse con la tecnología cada vez más avasalladora de un mundo hiperconectado, ya no sería solo el agente productivo e intrascendente de una larga cadena fabril, sino que, reinterpretado desde la óptica narrativa, aparece en los comentarios de Foster Wallace como el auténtico "vaquero del aburrimiento". La super producción informativa llevaría al sujeto no solo a dominar el enclave de un lenguaje cada vez más hermético y especializado, sino que, además, lo llevaría a dominar el terrible aburrimiento que envuelve su tarea, paradojalmente aséptica ante una red que la mueve a raudales, aun a pesar suyo. El mismo año en que Foster Wallace se sumergía en el esotérico mundo de la contabilidad, a intentar volverse un cowboy de la información y del aburrimiento, Radiohead sacaba Ok computer, tal vez la más grande metáfora musical sobre este fenómeno. Fitter happier, la funcionalidad vuelta santo y seña de los pequeños burócratas y sísifos encerrados en su metro cuadrado, tratando de encajar y de cumplir los trámites que echan adelante su existencia vicaria. Ok computer podría ser perfectamente la banda sonora de una novela con esta temática, tan característica de Foster Wallace. A diez años de su suicidio, sabemos que la broma infinita fue en parte su propia obra inacabada, y nuestro propio sentido estupefacto, lidiando día a día con la información y el aburrimiento como alicientes, para debatirse constantemente entre la acción y la resignación

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