sábado, 19 de abril de 2025

El Vía Crucis porteño y la Cruz del Cerro Placeres: un halo de muerte y de misterio

El Vía Crucis porteño, realizado por los vecinos de la Parroquia de Lourdes del Cerro Placeres, cumple setenta y tres años. Cada Semana Santa, se organizan para planificar el recorrido que realizarán. Eligen a los candidatos ideales para personificar a las mujeres piadosas, a los feligreses devotos y también a los romanos. La elección del actor que hará de Cristo tiene, sin duda, un componente ritual. No cualquiera puede emular la obra y hacer el papel de mártir, en condiciones un tanto adversas. Hay que estar convencido y “creerse el cuento”, desdoblarse de manera crística.

Según la propia tradición, la ruta sacra consta de quince estaciones. En la primera, que comienza en Avenida Placeres con San Luis, Cristo es condenado a muerte. Luego, se siguen el resto de las estaciones a través de las calles, en la Universidad Santa María y después se sigue por Avenida Matta, hasta llegar al monumento y terminar en Plaza La Conquista, donde Cristo es crucificado, para pasar a la última estación, donde sale del sepulcro y resucita de entre los muertos, ante la reacción extática de los vecinos.

Junto con la quema del Judas, el Vía Crucis ha persistido y se ha vuelto una recreación dramática en la que la gente del sector crea comunidad. Un sincretismo genuino. Uno de los pocos que resiste, ante la ola disolvente. Hay anécdotas que envuelven la procesión, como el frío que amenaza a los vecinos al anochecer, atmósfera perfecta para el simbolismo del evento. Toda una carga emocional y vital dota al Vía Crucis de un carácter viviente. Los vecinos, por sus testimonios, pareciera que cargan en sus propios corazones un dolor personal que luego subliman de manera catártica a través del acto colectivo.

Hay más. En el trayecto, se encuentran con la legendaria Cruz del Cerro, más arriba de la Santa María. Se dice que dicha cruz tiene más de 115 años instalada allí, por la primera misión evangelizadora que se predicó en el sector, según la propia Junta de Vecinos de la Parroquia Lourdes. Cuenta la leyenda que antiguamente, antes de ser reemplazada por una cruz metálica el año 61, la cruz era de madera, y aparecía muchas veces envuelta en llamas. La gente de la época creía que se trataba del mismísimo diablo, deambulando por la zona, cada vez que ardía, señal de su presencia. Otra leyenda cuenta que, después de la epidemia de viruela y el terremoto de 1906, fueron instaladas algunas fosas comunes en los cerros de Valpo. Una de esas fosas habría sido hecha en los alrededores de la cruz, dotándola de un aura fúnebre, señalando el lugar en donde descansan los restos de los porteños afectados por el sino trágico.

Detrás de cada cruz, hay un halo de muerte y también de misterio. La historia detrás de la cruz de Placeres le inyecta misticismo a la clásica procesión. La vía sagrada de la cruz en el puerto ha terminado, y con ella reposan su alma atormentada los caídos y alivian sus angustias los vivos, en espera del acto final, que luego los devotos porteños celebrarán en grande, con harto pescado, vino y huevos de pascua, el mismo día de la resurrección, completando así el ciclo y la promesa eterna que se renueva año a año.

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