"La última tentación de Cristo fue polémica en los años 80 por la adaptación al cine de Martin Scorsese, fiel a un texto en el que no faltan los consabidos tópicos de la relación de Jesús con Magdalena o de Pablo como inventor del cristianismo. Kazantzakis defendió su libro ante ortodoxos y católicos alegando que, al final, Cristo vence todas las tentaciones mundanas y acepta en la cruz la voluntad del Padre. Sin embargo, su Cristo parece un personaje de tragedia griega, abocado al sacrificio como Ifigenia o Edipo, un Cristo que pretende ser muy humano, aunque se asemeja a un icono hierático.
En contraste, Cristo de nuevo crucificado está más próximo a los rasgos de un Jesús amoroso y redentor. Kazantzakis debió de conocer el relato El gran inquisidor de Dostoievski, en el que Cristo vuelve a la tierra para ser condenado de nuevo por un inquisidor al que le resultan subversivas sus palabras de amor y de paz. Es lo mismo que le sucede a Manolios, un joven pastor de una aldea de Anatolia durante la guerra grecoturca de 1922. Manolios ha sido designado por el pope Grigoris para encarnar a Cristo en una representación de la Pasión, pero nunca llegará a hacerlo en la Semana Santa, pues muere a manos de sus convecinos, instigados por el propio pope, en la noche de Navidad. Esta fecha tiene un alto valor simbólico para Kazantzakis, que entiende que Cristo ha venido al mundo para padecer (...)
Caifás y Pilatos reviven en este Cristo de nuevo crucificado, y esta afirmación de un maestro de la aldea lo resume bien: «Cuando un individuo sufre una injusticia y esa injusticia es provechosa para la comunidad, entonces es justo que aquel la sufra». De ahí que se crucifique de nuevo a Cristo. Con todo, un amigo de Manolios exclama: «¿Cuándo nacerás, Cristo bendito, sin que seas crucificado, para vivir entre nosotros por toda la eternidad?». En esto, precisamente, reside la esperanza de la Resurrección."
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