miércoles, 7 de mayo de 2025

Beat en Chile: el despertar del elefante al ritmo de la disciplina

Resonancias de una época perdida

Cuando supe de la llegada de Beat al Movistar Arena, no pude evitar acordarme de aquel mítico concierto de King Crimson de octubre del 2019. Mucho ruido ha corrido debajo del escenario, desde entonces. Y me refiero al escenario mundial. De pronto, creo que King Crimson, con su potencia sónica y su propuesta musical, abrió una realidad alternativa y Chile nunca volvió a ser el mismo. Más de cinco años han transcurrido y, pese a todos los cambios vertiginosos, los encierros, los fracasos y las incontables divisiones que hemos vivido, en términos humanos, la música sigue ahí, constante y sonante, uniendo lo que se creía desarticulado para siempre: el tejido social vibrando al ritmo de la excelencia y el virtuosismo. El supergrupo Beat, compuesto por el gran vocalista Adrian Belew, por el maestro del “stick”, Tony Levin, el batero de Tool, Danny Carey y el legendario guitarrista Steve Vai, se propuso hacer historia en nuestras latitudes con lo mejor de la época ochentera de King Crimson, en un revival tan nostálgico como vibrante, y lo lograron con creces. Un puro ritmo fractal remeció las conciencias de los allí presentes, en una ceremonia progresiva que invitaba a los melómanos a hacerse parte del rito, con una escucha activa y con una sensibilidad entrenada, a prueba de simplismos y de fórmulas que matan la imaginación.

Compré Platea Alta con tal de tener una vista panorámica del señero espectáculo. Para mi sorpresa, era el mismo sector en el que estuve para el concierto del Rey Carmesí. En esa ocasión, lo llamé “la corte del Rey”. Un deja vu que me transportó a un periodo de mi vida que guardaré con llave en la memoria, un periodo pre pandemia y pre estallido, una antesala a la nueva década que fue rematada con gloria, de la mano de los maestros del progresivo, y luego fue desatada con caos, dadas las circunstancias de aquellos tiempos. Pero esta vez, el giro fue distinto. El nuevo sonido evocó lo mejor de ese entonces, el misticismo y la compenetración mental con la música, sin el descalabro sociopolítico de los días siguientes. Parecía que, en este concierto, se hubiera puesto play a una grabación atesorada en alguna carpeta o baúl en un entretecho, libre de los avatares históricos. Solo el rock progresivo, con su libertad y sofisticación, sometido únicamente al imperio del ritmo, el ritmo imponente de la disciplina sonora.

Primera parte del show

Para calentar motores, entró de telonero el eximio bajista Jorge Campos, quien fuera miembro de grandes emblemas chilenos como Congreso y Fulano. Su presentación fue a oscuras, casi en su totalidad, y su música creaba una atmósfera envolvente que servía de entrada perfecta para lo que se vendría después. El hecho de que estuviera solo tocando, de cara a un público del todo respetuoso y comprometido, dotó a la interpretación de Campos de un carácter muy íntimo y orgánico. Se creaba el mantra necesario para un show progresivo “de otro planeta”, o quizá, sencillamente, de otro mundo, dentro de este mismo, parafraseando la enigmática frase de Paul Éluard. Una vez que Campos se despidió, las luces volvieron a encenderse y se dejó ver, nítida, majestuosa, la figura del elefante sobre el escenario, el elefante que hace alusión directa a Elephant Talk, tema que arranca el Discipline de King Crimson, y que arremete, con un poderoso estruendo animal, en la era ochentera de los pioneros del prog rock.

El elefante se levantaba frente al púlpito del Movistar Arena, reclamando soberanía. Y así lo hizo, en el momento que el supergrupo subió al escenario. La ovación fue unánime. Una sola voz panegírica rodeaba todo el recinto. Entonces, partió el show con el tema Neurótica, de Beat. En una parte de la canción, dice: “El hedor y el ruido, sí, sí/El repertorio resonante de aulladores no está tan mal”. Una punzante crítica social con ese estilo tan irónico de Belew, logró un sonido abrasivo de la mano de la técnica percusión de Danny Carey, el pronunciado bajo vanguardista de Levin y las virtuosas y veloces cuerdas de Steve Vai. Se sintió la marca Crimson, por el profesionalismo de los músicos, aunque claro, la ejecución de Vai tenía un sello muy distintivo. La guitarra sonaba muy diferente a la de Fripp, sin dejar de ser fiel a la estructura de los riffs y los pasajes instrumentales. Eso le dio un plus impensado a la banda. Luego, siguieron con Neal, Jack and me, en clara referencia a dos grandes escritores de la generación Beat norteamericana: Neal Cassady y Jack Kerouac. Belew habría leído “En el camino” al momento de componer las canciones. Fripp le había sugerido usar esa inspiración como base lírica para los temas del álbum. Se trataría no tanto de un álbum conceptual como de un álbum con una idea fuerza: la generación beat, que, al mismo tiempo, remite a la idea de ritmo, misma idea que luego usarían para esta nueva encarnación. En el set siguieron Heartbeat y Sartori in Tangier, ambos cortes del mismo álbum. El sencillo sonó, literalmente, como un ritmo del corazón, aplacando las emociones con una cadencia melodiosa. Por su parte, Sartori in Tangier hacía referencia al libro homónimo de la esposa de Cassady. La vibra ochentera se hacía sentir, con directas alusiones a aquella generación de los cincuenta, un pasado histórico en donde el imaginario cobraba la forma de la rebeldía, expresada en el estilo de vida y en la literatura. El tiempo, durante el concierto, reverberó en un salón de ecos, desde diversos espacios.

Con el tema Model Man fue el turno del álbum Three of a perfect pair, el último de la trilogía ochentera. Aquí se lució la interpretación vocal de Belew, con unos tonos muy bien definidos que dotaron al tema de una sensibilidad exquisita. Una parte de la letra reza: “noto el silencio, advierto las señales, siento la tensión, la tensión en mi cabeza”. El personaje lírico la cantaba de tal manera que parecía una interpelación al público o un dialogo con su propia conciencia atormentada. Siguió Dig me, que forma parte del lado b del álbum, un lado b enteramente consagrado a la disonancia controlada y a la experimentación, como suele ser en gran parte del repertorio del Rey Carmesí. Al rato, tocaron un tema más accesible: Man with an open heart, con una voz muy parecida a David Byrne (Belew tocó con él en Talking Heads) y un estribillo que resuena mucho y que me recuerda a ciertos tópicos que la propia banda maneja, la repetición de canciones alusivas a un hombre con determinadas características, y la referencia constante al corazón dentro de su propia trilogía, ya sea en forma de corazón abierto o bajo un ritmo cardiaco. Industry y Larks Tongues in aspic parte 3 dieron el cierre experimental macizo para la primera parte del espectáculo. Los que realmente conocen a King Crimson sabrán apreciar estas joyitas infravaloradas dentro de su repertorio más clásico, sobre todo la continuación de ese extraño tema instrumental llamado “lenguas de alondra en gelatina”, cuya estructura y representación resulta del todo enrevesada para quien no está acostumbrado al sonido Crimson, pero que será enteramente vacilable para el fanático del progresivo que entiende de secciones complejas, historias conceptuales, ideas abstractas o simplemente, imágenes poéticas surgidas desde la locura.

Segunda parte del show

El tema que abrió la segunda patita fue Waiting Man, también del álbum Beat. Corte preciso con una letra muy ad hoc. Hasta en esos detalles fueron geniales. Después de un breve lapso de tiempo para recargar energías, y luego de aquella presentación de hace años con la banda completa, el grupo regresaba reformado: I come back, come back/You see my return/My returning face is smiling/Smile of a waiting man. Un tema que fue pura vibra, una mezcla de anhelo por un pasado glorioso y proyección de una posibilidad futura. El ritmo es puro anhelo y proyección, siempre. Continuaron con uno de los temas más entrañables de su producción ochentera: The sheltering sky, “El cielo protector”, pieza instrumental de su álbum Discipline, que evoca una melodía oscilante entre la ensoñación, la adversidad y la visión, basada en la novela homónima de Paul Bowles. Al momento de sonar Sleepless, un hit ochentero de la banda, el público reaccionó de inmediato. Un tema que sacudió el sueño, literalmente, con ese bajo stick, cortesía de Levin, sonando cañón. Insomnio progresivo, para una noche que estaba lejos de acabar y que terminaría resonando en nuestro interior estupefacto.

El arranque definitivo del disco Discipline, el que inaugura la trilogía ochentera, vino con Frame by frame, que se traduce como "Cuadro por cuadro". En su letra, también decía: paso a paso. Y así fue como se sintió la vibra de la canción. En esta parte, Steve Vai brilló con luces propias, dándole un toque personal al prolongado riff de Robert Fripp en las partes instrumentales. Algo sumamente complejo que la maestría de Vai pudo ejecutar con talento y eficacia. Después tocaron Matte Kudasai que en japonés significa “por favor, espera”. Ciertamente, un corte más armonioso y reposado, dinámica que caracteriza la estética de Crimson, siempre oscilante entre la calma y la tempestad, entre la luz y la oscuridad. La mente maestra sabía conducirla con disciplina. Esa era la idea fuerza de Robert Fripp, expresada con justicia por el supergrupo. En este punto, no podía faltar Elephant talk, aquel “barrito” de elefante que abre el disco Disciplina. Honestamente creo que es una de las canciones más memorables, con mucha personalidad. El fraseo de Belew repitiendo, a cada rato, talk, talk, y refiriéndose a argumentos, comentarios, diálogos, discusiones, debates, expresiones, exageraciones, nos “habla”, de la dificultad para comunicarse. El lenguaje deviene cacofonía, saturación. En ese momento, de hecho, la gente conectaba con la música, sin comprender mucho la letra. Una situación tan intensa como paradójica.

Enseguida, continuaron con Three of a perfect pair, el tema que inaugura el disco homónimo. Acá el concepto versa sobre tres términos de un par perfecto, es decir, un tercer factor que se suma a otros dos. Podría interpretarse como otra mirada, otra verdad que se suma a otras dos en oposición. King Crimson siempre buscó desafiar los límites, con juegos de palabras y metáforas que obligan al oyente a ir un poco más allá del sentido literal y a desplegar, una vez más, una escucha activa. En ese punto del concierto, en todo caso, la gente se notaba absorta, muy compenetrada con la muralla musical creada por el supergrupo, tanto así que podían perfectamente seguir tocando, más allá de las limitaciones de horario y de lugar. El broche de oro para cerrar el show, fue, sin duda, Indiscipline, del álbum Discipline. Nuevamente, el Rey Carmesí jugando con los opuestos. Un tema, en apariencia, desordenado, pero que estaba tocado con una precisión milimétrica. Destacó la voz de Belew como en un monólogo frente al espejo, con ciertos exabruptos que dotaron de intensidad al conjunto. Steve Vai sobresalió, igualmente, interpretando la guitarra abrasiva de Fripp, siempre bajo su toque virtuoso. El bajo de Levin sonó potente, en sintonía con el guitarrista y con la percusión de Danny Carey que, gracias a su paso por Tool, pudo hacerle frente a los complejos cambios de ritmo del Rey Carmesí, su maestro espiritual.


El bis y el cierre

Todos pensamos que con Indiscipline terminaría el show. Pero no. Estábamos equivocados. Los músicos bajaron sus instrumentos y salieron del escenario, solo para devolverse unos minutos después y continuar con el esperado bis. En el fondo, todos lo intuimos. Solo esperábamos la confirmación. Fue así que Beat regresó a la arena para desplegar, otra vez, su artillería rítmica y riffera. Por eso mismo, tocaron el poderoso Red, de aquel legendario álbum homónimo de 1974, para muchos, el mejor álbum de King Crimson, en su etapa más cruda y directa. Fue el único tema que no pertenecía a la época ochentera. En cuanto sonó ese potente riff, las luces sobre los músicos se volvieron rojas como la sangre. Sobre el público cayó otra penumbra enrojecida y el gran elefante que presidía la ceremonia se volvió tan rojo que parecía furioso. Y esa era la idea: representar una furia incontenible. Aquellas cuerdas afiladas me empujaron de vuelta a aquel concierto de King Crimson de octubre del 2019. Volvieron a mí los recuerdos del estallido que ocurriría solo una semana después. Explosiones, gritos, arrojos, sucedieron mientras la barricada sonora continuaba su faena. Violencia sublimada en estado puro, catarsis de emociones negativas, transmutadas en una evocación sin tregua. Para terminar, Beat tocó Thela Hun Ginjeet, anagrama de Heat In The Jungle, “Calor en la jungla”, otro clásico del disco Discipline, con un coro muy pegadizo, un ritmo hipnótico y unas cuerdas frenéticas. Ciertamente, durante el clímax del concierto, el Movistar Arena había subido su temperatura y se había convertido en una verdadera jungla, no por su caos, sino que por su conexión primitiva con un ritual, un auténtico ritual de desintegración que luego devino en una epifanía, una manifestación, un acontecimiento.

Tras el show de King Crimson, recuerdo que el regreso fue bastante difícil. Había una aglomeración de melómanos que, dada su urgencia, parecían intuir lo que vendría una semana más tarde, una fecha que nos marcó para siempre. Fue muy distinto en el caso de Beat. Estaba igual esa sensación de haber vivido algo épico, aunque no estaba aquel desorden ni desenfreno de antaño. El show terminó tarde, casi cerca de las doce. Alcancé a tomar fotos, cosa que con el tío Robert no se habría podido. Sé que las palabras que pueda haber escrito por acá siempre serán insuficientes para reproducir todo lo vivido en esa bendita arena. Quizá solo reste el silencio, después de haber escuchado a los monstruos de Beat, pero, como dijo el propio Robert Fripp, sabiamente: “algunos encuentran el silencio insoportable, porque tienen demasiado ruido dentro de sí mismos”.

lunes, 5 de mayo de 2025

Pierre-François Lacenaire, el poeta asesino.

"Llego a la muerte por un camino equivocado, subo por una escalera... He querido explicar el por qué de este viaje, de esta ascensión mortuoria... Lo digo sin vergüenza y sin miedo, no por el placer de librarme a enseñanzas impuras, lo juro, sino para arrojar luz sobre mi último recogimiento." fueron las palabras que escribió Pierre-François Lacenaire, el llamado "poeta asesino", en sus memorias, antes de ser ejecutado en París en 1836. Guillermo Mas Arellano señala que el personaje en cuestión sería imposible de publicar hoy en día, debido a la corrección política. Dice que en aquella época, de hecho, convirtió su celda en un verdadero salón literario, hasta la hora de su ejecución. ¿Por qué cometió los crimenes que cometió? Sus abundantes lecturas y sus propios escritos hablarán por él:

"Lacenaire admitió que había pasado su existencia “meditando siniestros proyectos contra la sociedad”, actitud que, según Jean-Marie Kellerman, es digna de elogio. Un crítico de la época lo llamó “poeta de los tribunales y teórico del derecho al crimen”. Muchísima gente aplaudió a Lacenaire mientras se desarrollaba su procesamiento. En la cárcel, en espera de su ejecución, compone una obra que se publicará, en 1836, bajo el título Memorias, revelaciones y poesías de Lacenaire, escritas por él mismo en la Conciergerie. André Breton incluyó a este poeta patibulario, con todos los honores, en su célebre Antología del humor negro (1940; versión definitiva en 1966).

Para Baudelaire, Lacenaire fue “un héroe de la vida moderna”. Dostoievski leyó el sumario del caso Lacenaire, un material que le sirvió para Crimen y castigo. Las memorias de Lacenaire inspiraron directamente el cuarto canto de Les chants de Maldoror, del Conde de Lautréamont. Michel Foucault, analizando la fama alcanzada por Lacenaire (de neta extracción burguesa) en el momento cumbre de su juicio, cree que este personaje representa el surgimiento de un tipo de delincuente adorado por las masas: el criminal romántico burgués. He aquí otra de las más citadas frases de Lacenaire: “Hace falta todo tipo de gente para construir un mundo... o para destruirlo”.

Pierre-François Lacenaire: el poeta asesino.

domingo, 4 de mayo de 2025

Decía Thomas Hobbes, en el Leviatán: "El infierno es la verdad vista demasiado tarde". La frase me ha aparecido repetidas veces en inicio. ¿Será una señal burlesca del algoritmo? ¿Una cita referenciada por saturación?

Día de Star Wars: rarezas y apuntes curiosos

1.- El día de Star Wars se celebra el 4 de Mayo debido a un juego de palabras con el eslogan usado por el Partido Conservador británico el año 1979, cuando Margaret Thatcher asumió el cargo de Primer Ministro. El eslogan decía: “May the Fourth be with you, Maggie. Congratulations”, en una clara referencia a la legendaria frase “May the Force be with you”. En español, el eslogan podría traducirse: “Que el cuatro de Mayo te acompañe”, y la frase de Star Wars quedaría como: “Que la Fuerza te acompañe”.

2.- El concepto de la Fuerza, el poder metafísico en el universo de Star Wars, puede haber tenido su inspiración en la tradición china y en la tradición católica (Oriente y Occidente). Así, por ejemplo, se puede comparar directamente a la Fuerza de la primera trilogía con el Tao chino: ambos, básicamente, son la fuerza vital que conecta a todos los seres vivos con el universo y, al mismo tiempo, la fuerza que envuelve cada aspecto de la realidad, tanto en su lado luminoso como en su lado oscuro. Y he aquí que la Fuerza también tiene su nexo con el concepto de Ying Yang: aquel equilibrio cósmico que mantiene en armonía los opuestos y los contrarios.

Cuando hay una perturbación en la Fuerza, generalmente, es el lado oscuro (identificado con el mal) que perturba el orden armónico, tratando de imponerse. Se puede leer desde el relato metafísico y moralista del mal enfrentado al bien (los Sith contra los Jedis, el Imperio contra la Resistencia), pero una interpretación a partir del Tao y el Ying Yang le otorga a la entrañable Fuerza un significado más trascendente y enfocado en el contrapeso (algo así como una conciencia cósmica) más que en el enfrentamiento antagónico entre concepciones absolutas.

3.- En el año 2015, un equipo de astrónomos liderado por Jerome Orosz, anunció el descubrimiento del exoplaneta Kepler-47b, el que orbita dos soles y, por lo tanto, tiene dos estrellas, tal como Tatooine en la clásica escena del episodio cuatro, “Una Nueva Esperanza”, cuando Luke mira el atardecer de un cielo púrpura. Una de las estrellas tiene un tono blanquecino (luminoso) y la otra un tono rojizo (oscuro). Esto marca un profundo simbolismo que puede tener más de una interpretación. Puede reflejar precisamente la “esperanza” de un nuevo mundo, o la pugna del propio protagonista consigo mismo, y con su linaje, como veremos en la última trilogía: la Familia Skywalker enfrentada a su propia sombra.

Años más tarde, en el 2020, otro grupo de científicos descubrió GW Orionis, un sistema ubicado a más de 1.300 años luz, que albergaría un disco protoplanetario capaz de formar planetas con órbitas exóticas. De ser así, podría haber planetas con dos o hasta tres estrellas. ¿Será que la existencia de Tatooine es posible más allá de nuestro sistema solar? ¿Será que el Universo Star Wars es extensible en su ficción e imaginario, conforme la ciencia avanza y ensancha el universo conocido? A partir de ahí, las posibilidades de invención y descubrimiento pueden ser infinitas.

4.-Hay fanáticos que han comparado un fotograma del rostro de Anakin Skywalker en La venganza de los Sith, con el clásico cuadro 'Ángel Caído' de Alexandre Cabanel, creado en 1847. De esa manera, se busca relacionar el proceso de transición al lado oscuro de Anakin con el relato bíblico sobre la caída de Lucifer, quien fuera el “brazo derecho” de Dios, y cuya soberbia y ansia de poder lo condenaron a ser expulsado del paraíso. Precisar, eso sí, que en Star Wars no hay una idea de un Dios creador omnipotente, aunque sí hay un orden superior, expresado en la Fuerza, y un Consejo Jedi, que exige una obediencia y una disciplina fuerte. Por otro lado, hay quienes han dicho que el actor Hayden Christensen leyó la representación dramática de Satanás en El paraíso Perdido de John Milton, para poder internalizar mejor el personaje. Esto le daría mucha más fuerza a la comparación.

5.- Hay quienes ven una clara estructura del viaje del héroe de Joseph Campbell en la creación de George Lucas. Y no se equivocan. De hecho, la relación entre ambos era muy estrecha. Sin embargo, Lucas se demoró en mostrarle el universo Star Wars. Luego de ver las películas, dicen que Campbell advirtió en Star Wars una confluencia de mitos tales como el de Prometeo y el de Fausto. La constante rebeldía de los Sith contra el orden de los Jedis y su anhelo por el conocimiento prohibido (el lado oscuro) emula el espíritu prometeico que le intenta arrebatar el fuego a los dioses. Así mismo, hay en los Siths una actitud faústica, al realizar un pacto mefistofélico con el poder del lado oscuro, con tal de obtener un conocimiento más acabado de la Fuerza, incluso si eso implica “vender el alma al diablo”, socavar su propia integridad moral y destruir su antigua vida.

6.- Quien vio en R2-D2 y C-3PO una analogía entre Sancho Panza y el Quijote, no puede estar errado. Si bien George Lucas nunca se refirió expresamente a la obra de Cervantes, la semejanza entre ellos es demasiado evidente. Ambos son inseparables, comparten una misma aventura, y sus hazañas inspiran heroísmo y comicidad. Aunque no sean los protagonistas, R2-D2 Y C-3PO son los personajes más constantes. Pareciera que, conforme avanza la trama, toda la galaxia cambia constantemente, en una lucha entre bandos sin cuartel, y ellos, en cambio, sobreviven campantes. Siguiendo esta lectura, la entera “ópera espacial” podría ser interpretada como una gesta de caballeros de un futuro remoto, una emanación ficticia de una mente muy repleta de imaginación y atiborrada de lecturas que mezclan la ciencia ficción con los cuentos de hadas.

7.- En el universo de Star Wars sí existe, en realidad, un personaje inspirado en el Quijote cervantino. Se trata de Don-Wan Kihotay. Apareció por primera vez en la serie 8 de historietas de Star Wars de año 1977, escritas por Roy Thomas y Howard Chaykin. El personaje de Don-Wan Kihotay, nacido como Hess Korrin, era un bibliotecario sensible a la Fuerza que trabajaba para el Imperio en el planeta Obroa-skai. Dedicó mucho tiempo a investigar sobre la antigua Orden Jedi. Fue tal su obsesión que quiso convertirse en un caballero. Los agentes imperiales no tardaron mucho en descubrirlo y, por mandato superior, ordenaron cerrar la biblioteca. Desde ese momento, empezó la transformación de Korrin, quien adoptó el nombre de Don-Wan Kihotay, para mantener viva la memoria de los jedis y proponerse una nueva misión: restablecer la paz y la justicia en toda la galaxia. Finalmente, se encontró con Han Solo, y juró, ante él, servir a la República.

viernes, 2 de mayo de 2025

Epígrafes del libro "Falsas denuncias" de Javier Rebolledo:

"Todo será olvidado, y nada será reparado" Milán Kundera, La broma.

"Para eludir ese fatalismo, nada de lo irreparable debe ser olvidado". Gabriel Salinas.

miércoles, 30 de abril de 2025

De apagones y ataques cibernéticos: cae la noche del sistema

"Exit light
Enter night
Take my hand
We're off to never-never land".
Enter Sandman, Metallica.

Hubo un apagón en España y Portugal el día lunes. Fue brusco y repentino, tal como el que ocurrió en febrero en Chile. Tampoco se saben, a ciencia cierta, las causas reales. Se han barajado teorías que apuntan a un “desequilibrio estructural” del sistema eléctrico, a una “vibración atmosférica” en las líneas de alta tensión o incluso se ha planteado la idea de un posible ciber ataque a la red de energía. El corte y el apagón provocaron el descontrol en la ciudadanía y revelaron la vulnerabilidad completa de toda la maquinaria. De pronto, la gente no podía pagar nada con débito ni crédito, y tuvo que recurrir al viejo efectivo. De pronto, la gente dejó de depender de los “espejos negros” en sus celulares y ordenadores, y tuvo que vérselas con la realidad desnuda. Se cortó la luz y cayó la noche del sistema.

En contextos de crisis geopolítica, ya han ocurrido eventos similares. La sociedad ya ha pasado por colapsos, en el último siglo, como el de la pandemia, y la respuesta de las elites siempre ha sido ambigua y sospechosa. Al tiempo se sabe que las causas establecidas como oficiales no eran las verdaderas. Cabe pensar en lo siguiente: durante el año 2021, el Foro Económico Mundial realizó un simulacro de apagón digital en todo el orbe, con el fin de afrontar con "resiliencia" futuros ataques cibernéticos. Se trata del evento llamado Cyber Polygon 2021. Klaus Schwab, fundador del Foro, quien renunció hace poco, había planteado la posibilidad de un “Gran Reseteo” o un “Gran Reinicio” del sistema económico, una renovación en pos de energías más sostenibles y de un presunto capitalismo “más ecológico” y sustentable en el tiempo. ¿Será que estos apagones “espontáneos” en diferentes países, se han desencadenado de manera estratégica como parte de un programa o de una agenda oculta a la luz pública? Ante la incertidumbre de los hechos, y en vista de la escasa claridad del asunto, ninguna hipótesis, por conspirativa que parezca, se puede descartar de plano. Es más: yo lo creo demasiado posible, teniendo en cuenta el hermético tratamiento del tema, en el que la verdad siempre parece jugar a las escondidas.

Puede que el apagón haya sido avisado con antelación o que se trate, una vez más, de otro evento de programación predictiva, como tantos otros. Es cosa de remitirnos a la ficción cinematográfica. En el último tiempo se han proyectado una seguidilla de películas que abordan, de manera directa o tangencial, el tema del corte de energía. Cabe recordar la película "Dejar el mundo atrás" de Sam Esmail, estrenada por Netflix el año 2023. En ella, se produce un apagón nacional de la tecnología que anticipa una posible catástrofe. Dos familias desconocidas se ven obligadas a lidiar la una con la otra, revelando, de esa manera, la fragilidad de los vínculos y de la condición humana en medio del caos generalizado.

Para continuar las referencias cinematográficas, hace no mucho se estrenó, también en Netflix, la serie “Día Cero”, que tiene por protagonista a Robert De Niro, en el papel de un ex presidente de Estados Unidos, George Mullen, quien preside una comisión para investigar a los presuntos responsables de un ciber ataque global. Y por si fuera poco, Netflix estrenó hoy mismo la serie basada en el legendario comic argentino El eternauta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. En la historieta se cuenta un relato distópico sobre una invasión extraterrestre que liquidó a gran parte de la humanidad, y Buenos Aires sigue siendo la única zona de resistencia. Todo comienza con un corte de luz provocado por una extraña explosión en el Océano Pacífico. Es ahí que Juan Salvo (interpretado por Ricardo Darín en la serie) sale en ayuda de su familia con ayuda de un traje aislante, para cubrirse de la nieve radiactiva.

Sin duda, las películas y series sobre apagones se han vuelto el estelar del momento y marcan la tendencia mundial. Mientras tanto, siguen ocurriendo cortes en otras partes de Europa, como en Alemania, Finlandia y Países Bajos. A medida que se corta la energía, las sombras se toman las calles e invocan el desconcierto. Nuevamente, el apagón y la posibilidad de un hackeo a escala planetaria figuran como tópicos de la ficción, y la ficción sirve, muchas veces, como catalizador de la realidad. Se va sugestionando un clima hostil y, de paso, se va induciendo una conciencia flotante sobre la población, si se quiere, un “egregor” que representa la crisis energética y la necesidad imperiosa de un cambio. Habrá que seguir aguardando la señal del destino, antes de que todo se vaya a negro.

Grandes hombres del pasado se propusieron un futuro enteramente iluminado por la luz robada a los dioses. Nikola Tesla soñó con un mundo inalámbrico. Edison perfeccionó la bombilla eléctrica que hoy enciende hogares y rincones. Se pasó de temer los rayos y los truenos a conectar una civilización entera sobre impulsos eléctricos, al punto de que todo, absolutamente todo depende de esa valiosísima energía. En suma, el Gran Apagón no tratará solo del corte de la electricidad, tratará del corte de las falsas certezas, la necesidad imperiosa de lidiar con nuestra propia conciencia, a oscuras, a solas con nosotros mismos.

martes, 29 de abril de 2025

"Yo no vivo de la literatura, yo vivo para la literatura". Marcelo Simonetti. Y en esa diferencia entre "de" y "para" radica el quid del asunto. Uno encuentra goce y realización en el propio acto de escribir. El resto es un añadido. No se "para la olla" escribiendo literatura, no es que sea algo precisamente rentable, se hace más por una cosa obsesiva, por una vocación recóndita, al punto que cada día se escribe un poco, una línea, un párrafo, una página, lo que sea, se "suelta la mano" a modo de ejercicio o se le da forma a una obra posible. Quien de verdad ame hacer esto siempre encontrará un pretexto, por nimio o superfluo que parezca.

“La palabra que invoca. El silencio que maúlla”. Una lectura posible de El diario de Porfiria Bernal de Silvina Ocampo

"He inventado esta oración: Dios mío, haced que todo lo que yo imagine sea cierto, y lo que no pueda yo imaginar no llegue nunca a serlo. Haced que yo, como los santos, desprecie la realidad."

El diario de Porfiria Bernal, 28 de marzo.

Resuena en mi cabeza la frase de Antonia Fielding: “si llegué al borde del crimen, no fue por mi culpa”. De inmediato, ¿Cuál crimen? ¿Cuál culpa? Esas preguntas funcionan como el motor que me empuja a seguir leyendo. Se indaga en la palabra como quien indaga en un crimen, y como quien expía una culpa recóndita. Un texto escrito para sí misma, un “deber de conciencia”. Tal parece que la propia Antonia sostiene, desde el principio, una poética que aplica para su propio relato y que resulta extensible como imperativo para cualquiera que se empeñe en el tortuoso oficio de escribir, como hubiera pensado Enrique Lihn, aquel célebre “metapoeta”.

A medida que fluye el testimonio de Fielding, la subjetividad envuelve la atmósfera narrada, no un lirismo hermético ni una descripción pragmática, acaso una íntima evocación de sensaciones que recorren la voz de la relatora, y que acompañan la lectura a modo de una iniciación, como si la condujese de la mano y vibrara con ella en ese recorrido vital. La reminiscencia comienza a apoderarse del sentido, toda vez que Fielding recuerda brevemente su infancia, un hermoso vestido y su padre muerto. La reminiscencia le viene con nostalgia emotiva, seguida de un aroma a defunción. Luego, el encuentro con la madre de Porfiria. La advertencia sobre el carácter de la niña nos sumerge al instante en el viaje psicológico. Un umbral con rumbo desconocido, en apariencia, plácido, como todas las cosas que se esconden detrás de una máscara. Me pareció que el cargo de institutriz era el cargo que Antonia debía tomar para comenzar su propio camino de iniciación, conforme conocía a la niña Porfiria y se adentraba en su enigmático mundo, sobre todo, en su ser vacilante e indescifrable.

La literatura entra en juego, cuando Antonia le da la idea a Porfiria de escribir un diario. Nuevamente, el acto de escribir se vuelve la conjuración de la vida interior, la sublimación de los demonios, la proyección de la sombra o la reconstrucción de una posibilidad extinta. La inspiración venida de los ángeles o la creación posesa, embriagadora, inducida por una fuerza daimónica. “Hay que decir la verdad en el diario”, le dijo Antonia a la niña Porfiria. “De lo contrario, no tiene sentido escribirlo”. Y yo me digo a mí mismo que esa verdad es siempre una búsqueda vacilante, una interpelación sin cuartel en la que el sentido se escurre y se vuelve a materializar, tras cada palabra, tras cada relato encadenado y tras cada texto en potencia, ávido de forma y hambriento de sangre cual vampiro en el papel. Quien escribe, se “desangra”, hace de su sangre una experiencia digna de ser contada, esperando no derramarse demasiado. Y a esa sangre se le nutre de un cariño y, a la vez, de un rigor inconfesable. Ese mismo espíritu es el que se recoge del diario de la niña Porfiria. ¿Será que Porfiria inventó, palabra mediante, a su enemiga en Antonia? ¿Será que la Antonia del relato sea esa versión inconfesable de su propia obsesión, una figura limítrofe entre el amor y el odio?

Hay amor y odio en sus palabras, sí; hay un ángel consciente que le detalla el estilo, una voluntad de pensamiento en la expresión, un amor en la vocación de la escritura; y hay también un demonio consciente que le susurra ciertos caprichos y exabruptos peligrosos, dotando a la autora de una voz perturbada y perturbadora. En sí misma, la voz se remece al confesarse, se debate entre lo angélico y lo demoniaco. Sin una inclinación binaria, hace de su escritura el escenario en el que se debaten, sin tregua, sus fuerzas antagónicas. Nuevamente, la poética se va armando. Recuerdo que yo mismo escribí, en su momento, sobre una poética de la oscuridad, en clave junguiana. Eso de hacer consciente la oscuridad, o de enterrar las raíces en el infierno para ascender a los cielos. Algo parecido reverbera en esta lectura, y trasciende el imaginario de la autora.

El discípulo vence al maestro, dice el dicho. ¿Será que Porfiria intentó vencer a la señorita Fielding, mediante el poder evocador de su diario, transformándola en una criatura de su imaginación? Me pregunto, a medida que el tren avanza, y continuó estático en mi cuarto de soltero, transcribiendo las palabras precisas antes de que pierdan el rumbo. El diario de Porfiria amenaza con volverse una especie de Necronomicón, un conjuro prohibido, fantástico y potencialmente peligroso para quien se sumerja en sus páginas, como en una acumulación de monstruosa fuerza interpretativa. Vuelve la magia, la amenaza, el destino infligido, la posesión. El terreno de lo real se abandona en el momento en que comienza el estremecimiento. Clave para el diario, clave para la literatura y clave para la propia vida.

Quien escribe ha hecho de sus palabras un sigilo. La confidencia se vuelve un código, un enigma. Quien se propone escribir un texto, sobre todo, un texto limítrofe entre la confesión y la invención, comienza a armar un grimorio, un conjunto de hechizos verbales y prácticas mágicas de significado. No importa la inocencia de nadie; la propia imaginación, devenida en ficción, posee a su huésped y le sirve de médium, para expresarse en el terreno material de las palabras y conseguir cuerpo en las visiones y en los deseos. Antonia cierra la lectura del diario por unos días. Pretende ignorarlo, pero no puede. Sigue ahí. La obra está intacta. La magia ha sido consumada. La aparición de la sombra de un gato es clave. El gato, como el gato negro de Poe, se presenta cual maldición y expresión de la propia animalidad, emanación de la sombra junguiana. El silencio maúlla. Yo también dejé de leer y escuché a la gata negra de la casa, llamada Luna, maullar en el living. Fui a verla y estaba viendo fijamente hacia el exterior. Miraba a las gaviotas invadir el techo de la casa. Parecía una escena sacada de Los pájaros de Hitchcock, y he aquí que el misterio vuelve a ser evocado. Gatos y pájaros se enfrentan en una disputa imaginaria, así como Porfiria con Antonia, así como el propio escritor con sus demonios, con sus monstruos, con sus bestias, con sus muertos.

Hay en la mente de quien escribe una azotea o un sótano que conspira para ser abierto o que pugna por cerrarse para no contaminarlo todo. ¿Quién arrojó a quién? ¿Quién cayó? ¿Es la caída un accidente o la consecuencia de un acto criminal? Esa puede ser la pregunta que recaiga sobre el propio acto de escribir ¿es el acto de escribir un acto involuntario, dictado por una voz implacable, o es la consecuencia de una premeditación, un crimen cometido contra la realidad en nombre de las más afiladas palabras? Le toca al investigador, le toca al lector desafiar sus prejuicios y abrirse paso a través de la maraña semántica, narrativa y simbólica, como quien se adentra en el laberinto del imaginario para encontrar un poco de luz y reencantarse con su propia verdad, no sin antes combatir al animal de la inconsciencia. Ese animal no dejará de anhelar el cielo, como la gata Luna. Intentará, por todos los medios, salir de la casa, así como la Antonia felina, transmutada por Porfiria. Se trata de superar la hipocresía del resto, se trata de ser descarnado en la palabra y en la ficción, de echarle fuego a los secretos y de ir desvelando las cuestiones incómodas, merced a la escritura, merced a su potencia ficcional, merced a su existencia orgánica.
No hay caso. Nunca me ha enganchado el punk rock, salvo algunas bandas y ciertos temas. Misfits, por ejemplo. The Ramones, Sex Pistols, The Clash, The Damned, The adicts, Dead Kennedys con Jello Biafra, Black Flag en la onda hardcore, una que otra de Machuca, los Miserables y los propios The Exploited. Me di el tiempo de escuchar punk en su momento, durante la adolescencia, y vacilé algo de los grupos citados, pero nunca me convenció la filosofía, la onda. Eso de andar de pogo en pogo, de ir a las casas okupa y tomar Baltica para luego andar macheteando y dando jugo, nunca fue lo mío. Encontré mucha pobreza musical (bueno, de eso se trata, en el fondo, de ser minimalista, visceral y ruidoso) y una alienación moral y vital travestida de proclama antisistema. Sin embargo, luego de leer la reseña de esta cabra sobre el show de The Exploited ayer en el Caupolicán, logré contagiarme de esa energía disruptiva, de esa propuesta transgresora. Méritos a la reseñista, a su escritura bien pulida, mas no al desenfreno gratuito de los punkis frente al escenario del caos. La escritura puede que sea el verdadero punk si se lo propone, a riesgo de volverse nihilista. Se trata, en cambio, de darle orden al caos, de resistir la debacle del espíritu.


lunes, 28 de abril de 2025

Hoy cierra la legendaria tienda Anarko Metal Shop, la única especializada en metal en Valpo, con más de treinta años de vida. Comprar allí es una forma de apañar a Toño Cabezas, quien lucha día a día por mantenerse bien, luego de su terrible accidente, y también una forma de estar presente y recordar viejos tiempos de adolescencia, arriba en ese local en la cima de la icónica galería Tres Palacios. El metal no se destruye, solo se transforma. La tienda, su música y sus historias vivirán por siempre en nuestros corazones, duros como el acero, ardientes y estridentes.