Dimite Klaus Schwab, el fundador del Foro Económico Mundial, quien fuera presidente ejecutivo del Foro de Davos durante más de cinco décadas. Su renuncia ocurrió justo después del fallecimiento del Papa Francisco. Muy simbólico todo. Atrás quedan los líderes que representaban ciertos paradigmas, ciertas visiones de mundo. Schwab se había propuesto hacer de la globalización económica un equivalente de prosperidad a toda regla, y acabó precipitando un globalismo a ultranza, muy en la línea de la corporatocracia. Por su parte, el Papa Francisco había instalado la idea de una Iglesia más abierta a la gente y en sintonía con los "nuevos tiempos". Por decirlo de otra manera, quería que la Iglesia se "modernizara" y adoptara como propio el catecismo progresista de moda, todo eso mientras el Vaticano sigue enfrentando sus propios demonios.
Ahora que no están a la cabeza ni Schwab ni el Papa, se avizora una sensación de cambio aparente, aunque un cambio cosmético, sobre todo por parte del Foro Económico, ya que fue elegido, de inmediato, como presidente interino, el ex CEO de Nestlé, Peter Brabeck-Letmathe, otro de los grandes plutócratas de la distinguida sede. Entre tanto, la elección del sucesor de Bergoglio vuelve a reflotar antiguas profecías apocalípticas respecto a la posibilidad de un "Papa negro". Cualquiera de los candidatos podría precipitar el "Juicio Final", según señalan las visiones de Nostradamus. Dicen que el próximo Papa podría ser un superior general de los jesuitas, vestido de riguroso negro, o un Jefe de la Iglesia de origen africano, como, de hecho, los hay de candidatos en el reciente cónclave. Muchas voces apuntan al cardenal Robert Sarah, proveniente de Guinea, cuya postura va muy en la línea contraria a la que manifestaba Bergoglio: una línea conservadora, ortodoxa y doctrinaria, contra el Islam y "anti woke". Sería, de todas maneras, un cambio en el guion. Los acólitos de tinte progresista y los líderes del mundo pondrían el grito en el cielo y se preguntarían si acaso el Espíritu Santo es ahora fascista de ultraderecha. Esa puede ser perfectamente la tónica que quieran seguir, o que quieran hacernos creer. Establecer un orden de cosas acorde a su dualidad. Quién sabe. Por lo pronto, cabe esperar el final de la temporada. Puede que todo cambie, para que nada cambie, y que el resto del mundo se siga contentando con tener nada para poder ser feliz.
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