“Historias que no transcurren por miedo a tener sentido…” era una frase leída en tiempos de universidad, sobre un muro a la altura de Avenida Brasil con calle Simón Bolívar. Hoy ese muro ha caído y, en su lugar, hay un edificio moderno. En mi mente, sin embargo, ese muro y esa frase aún están en su lugar. Su caída se niega a ser registrada, precisamente porque se niega a transcurrir. En la negación radica su sentido. Hay, dentro de mí, un edificio que todavía no se construye, y un muro que se niega a ser derribado para siempre.
lunes, 14 de julio de 2025
“La memoria es este momento” se deja leer en un afiche pegado en varios muros del plan de Valparaíso. Había uno próximo al edificio del diario El Mercurio, quemado y abandonado desde la asonada social. Otro puede encontrarse frente al sector de Bellavista, entre calle Errázuriz y el lugar donde se colocan los libreros ambulantes. Ahí me detuve. Recordé, de pronto, una noche dolorosa. Se hizo carne y visión en ese mismo momento. La ciudad nocturna, sus pavimentos sucios y sanguíneos, la afrenta, la huida, se encarnaron en ese mismo momento. ¿Se tratará acaso la memoria de una reconstrucción instantánea, gatillada por un recuerdo que carga con todo el peso de su historia? ¿Será acaso el momento del afiche el mismo momento de su lectura y el mismo momento de lo evocado de manera extemporánea? ¿O podría tratarse de una invitación cínica a reivindicar el presente, sin otra pretensión que su intensidad? Puede ser todo y nada a la vez, o cada cosa por sí sola. Seguí mi camino, tratando de pensar en el momento mismo de mi caminata, en su pura pulsión motriz, enterrando, muy al fondo, las resonancias de un tiempo que aún no acaba de terminar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)